LA VACUNA ÉTICA
La fórmula de laboratorio para el Covid 19 aún está en prueba, se sabe que el virus afecta los pulmones y a otros órganos internos. ¿Es posible que afecte también a la conciencia?
El falso dilema de las prioridades entre cuerpo y espíritu golpea de costado al ego humano e impide la búsqueda que permita llegar a esa parte de psique donde radica el sentido del bienestar colectivo. La “nueva política” repta en favor del populismo histórico de pisco y butifarras.
La vacuna ética es la única que no necesita probarse en roedores, cerdos, ni gallinas, para saber de su plena efectividad.
Las buenas experiencias en el hogar, la escuela y el trabajo percolan en favor de la propia convicción humana del bien común y se convierten en los laboratorios más efectivos para poder orientarnos hacia un positivo y necesario funcionamiento social.
Juegan en contra de este noble antídoto natural el falso individualismo (egoísmo letal) y el colectivismo fatalista que cede su responsabilidad y espíritu comunitario en favor de un Estado que, por la nefasta burocracia enquistada o por los caballos de Troya del personalismo mal entendido, destroza el emprendimiento y castiga con su envidia malsana a la creatividad.
No podemos construir futuro olvidando a quienes hicieron el sensacional Camino Inca, entregaron la papa como alimento de la humanidad, se instalaron exquisitamente en territorios agrestes como Machu Picchu y Choquequirao, nos legaron la rica minería precolombina de Sicán e hicieron de la pesca efectiva el alimento base del pionero pueblo de Caral.
El corpus de la peruanidad bicentenaria no claudica ante un miserable ¡sálvese quien pueda!, a pesar de un Estado que adolece de oxígeno ético y medicinal, la angurria de algunos personajes con apetitos malsanos no podrá ahogarnos.
Los glóbulos blancos y rojos de la sociedad peruana laten en el trabajo desinteresado en favor de causas que dignifiquen.
El poder en el Perú, a nivel formal e informal, tiene en su ADN la enfermedad viral del descontrol, la corrupción, la inconciencia y la arbitrariedad. La necedad se torna activa en algunos gobiernos regionales y municipios que deberían ser las células más fuertes de la democracia representativa. El desbalance en el ejercicio equilibrado del poder genera atentados directos de primer grado hacia el bien común.
Algunos anarquistas, camuflados de legisladores, sueñan, en tiempos de Covid, con la incineración de la Constitución Política del Perú, sin derecho a velatorios, ni la merecida reflexión que la ciudadanía que los eligió se merece. El sueño de la Carta Magna propia obnubila el lóbulo izquierdo de algunos cerebros que fueron deformados en universidades no licenciadas.
Alejados de la sana reflexión y del control constitucional, ciertos legisladores y líderes partidarios asintomáticos pretenden construir un mundo donde la educación formal sea su esclava y no la socia liberadora de la población en favor del progreso nacional. Esas figuras, serán interpeladas con dureza por la historia.
El espíritu de Miguel Grau, parlamentario de impecable curul y honorable peruano del milenio, nos reclama, junto con Hipólito Unanue y José Faustino Sánchez Carrión, memoria e indignación colectiva, elementos claves para la vacuna ética, ambos factores nos permitirán identificar a quienes, desde la anti lógica de sus apetencias de poder, deshonran a la patria, humillan a sus electores y socavan nuestra milenaria historia con el falso anuncio de un mejor futuro.
La vacuna ética vive y está a nuestro alcance en la reflexión humanista, en las lecciones aprendidas de la historia, en la revisión de nuestra riqueza geográfica, material, ciudadana y en la conciencia solidaria para extender la mano de auxilio en favor de un Perú con valores.